Escribo a propósito de una fotografía que subió mi amigo el periodista, Guillermo Cinta Flores, seguro tomada hace 30 años. Ahí están varios colegas contemporáneos, a los que la banda reporteril de ahora, insiste en llamarle, llamarnos: la vieja guardia… hasta en sentido peyorativo.
Cuando los escucho ó los leo, me mueven a la ternura, porque ni por asomo somo esa viaje a guardia, que en su momento fueron Pepe Gutiérrez, Efrain Pacheco, Benito García Barba, Sergio Parra, y decenas más. No, todavía no llegamos a eso.
En mi caso, no tengo ni 50 años, pero si 30 de experiencia. Empecé muy chavito, y muy pronto me di cuenta que la labor no era fácil, como lo creen muchos de ahora, creen que subir sus textos a FB o a Twitter ya es ser periodista o hacer periodismo.
No, están equivocados, y claro, como en todo, hay sus honrosas excepciones, pero hoy no quiero referirme a ellas.
Muchos de estas nuevas generaciones creen que salir a cuadro es lo único, pero no saben expresarse, analizar, expresar ideas construidas. No todo es desmadre, descuadre o golpeteo. Pero lo más grave aún, creen que el periodismo escrito es un estorbo, y por eso no se preparan.
A mi, los periodistas y los filósofos del periodismo de a deveras, me enseñaron que los periodistas, además de saber escribir, redactar, deben saber pensar, primero, y a partir de ahí, ya especializarse en temas y medio: radio, tv, impreso. Ya entonces. Pueden ser dignos de tomarse en cuenta.
Hoy no. La inmediatez les llama, los absorbe, los obnubila, pero no saben redactar, no saben investigar, no entienden de deontología, menos de reglas de gramática, ya olvídense de que puedan leer medio libro al año. Ojo, los videos de TikTok y Facebook no cuentan como literatura.
El periodista es también un educador social. Si el educador, no está educado… ¿Qué va a transmitir?
Recientemente discutía en redes sociales con uno de estos ejemplos del disque periodismo emergente, y le cuestionaba su ligereza para acusar y defenestrar a una mujer funcionaria – con foto incluida-, solo porque ella preguntó, públicamente, el precio de una casa a equis inmobiliaria.
En medio del contexto de los ataques al alcalde de Cuernavaca, Antonio Villalobos, le acusaban de haberse robado dinero suficiente para intentar comprar una casa que costaba cuatro millones de pesos.
Públicamente, la acusó de haberse enriquecido de tal forma, en el Ayuntamiento local, que ahora tendría hasta para comprarse una mansión.
Así de torcido el asunto.
Sin que mediara sustento alguno, ninguno, es más, sin que mediara sentido común, la deshizo y por consiguiente, los borregos de las redes, le ayudaron… También sin investigar.
El tema es que estos últimos, no son periodistas, pero el otro sí intenta serlo, por lo le cuestioné públicamente su texto y su contestación, fue más o menos así…
— ¿Qué? ¿si no la escribes tú, no es nota? Ustedes los de la vieja guardia no entienden que las cosas han cambiado, y el periodismo se hace diferente…
Me quedé estupefacto con su respuesta que fue un intento de justificar su valemadrismo e ignorancia por el rigor periodístico, pero además, montado en un cinismo que espanta, evidenció el por qué sus constantes textos (intentos pues), cuya investigación no dilata ni diez minutos. Como el del ejemplo descrito.
Mi respuesta fue muy concreta, le dije:
— Lo que ha cambiado o en todo caso, diversificado, son los canales y la periodicidad, pero los cánones del periodismo sigue siendo los mismos, incluso, hoy con mayor rigor, justo para no sucumbir ante la inmediatez y las fake news.
Ya no me contestó…
Estas nuevas generaciones jamás sabrán lo que es hacer una guardia en una redacción, las novatadas de los experimentados para que te enseñaras a pensar antes de actuar, los gritos desde el escritorio de tu jefe de información o editor, para que re investigaras algo o, esa frustración de que tu nota escrita en máquina de escribir, se fuera hecha bola al cesto de la basura, mientras tu jefe te decía: “vuélvela a hacer”.
No conocerán los que es “hacer redacción”.
Hoy quieren, insisten en pasar del procesador de textos de su teléfono, tablet o computadora a la publicación de sus textos, donde el único filtro que sus textos tuvieron, fue el auto corrector, ese que te cambia palabras, pero jamás te enseñará a ser periodista.
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