Morelos, no es nuevo en la minería. Los morelenses ya han conocido esa historia, incluso, desde muchos tiempo antes de que nuestro país fuera un territorio independiente.
En la zona sur del estado, en el municipio más grande: Tlaquiltenango, están los vestigios de lo que fue una de las tres mil minas que formaron parte del esquema de producción de metales de la Nueva España, lo cual, en el caso de Morelos, llegó hasta 1991.
Para los que piensan que la entidad no está relacionada con los procesos metalúrgicos, incluso, o que los pueblos no recibieron los beneficios de extracciones mineras, como la plata, incluso, el oro, están muy equivocados, porque no están informados, quizás por eso ahora su animadversión a un esquema como el de Tetlama.
Cuando las minas de Huautla cerraron, ya era bien entrado el siglo XX (1991) y aquellos que vivían de ella, debieron tomar otras actividades para mal sobrevivir como la agricultura, la pesca o mejor optado por migrar a los Estados Unidos. Digamos que la dinámica económica que generó la mina de plata por siglos, en la región, terminó abruptamente.
Cualquiera que lea esto sin tener en cuenta los momentos históricos en la cabeza, por supuesto que señalará que las minas de Huautla no generaron riqueza a raudales, pues no, pero permitieron mantener un estilo de vida y estabilidad social en la región (por siglos), que con los años se ha convertido en las zonas más pobres de Morelos.
¿Por que traer estos detalles históricos? Muy simple, porque a veces es necesario desentrañar para encontrar.
Mucho se habla de que la minería es muerte para los pueblos, pero nadie habla, muchos menos los que se oponen a estos proyectos –como el que se quiere poner en franco funcionamiento en Tetlama–, qué sucede en caso contrario: cuando las minas se van.
Huautla o Real de Huautla es un pueblo pintoresco, si, pero el desarrollo se detuvo desde hace casi 30 años. Cuando la mina se fue, dejó sin trabajo a cientos de mineros que tuvieron que optar por la explotación de la reserva natural, ya fuera a través de la cacería, de la pesca o hasta la captura y venta de animales de la región. La pobreza es parte de la cotidianidad, donde ya hubo. alguna vez, una opción productiva.
En Tetlama es al revés, porque la pobreza es parte de su historia, no se si de siempre, pero si de hace muchas décadas. Es una zona semiárida, con pocos accesos, en uno de los municipios más pobres, con menos desarrollo, aunado a que arrastra las circunstancias de los pueblos originarios: la pobreza, el atraso y la falta de desarrollo.
En los últimos años, la empresa Esperanza Silver S.A. se ha ocupado de darles lo que los los gobiernos tienen obligación, pero no hacen. Hay quien lo ha considerado que es parte de su “labor de convencimiento” para lograr el asentamiento fluido de la mina, pero eso, a la enorme mayoría de los pobladores no les importa porque obtienen lo que nunca se les ha dado: atención.
En un ejercicio de prospectiva, ajustado a los momentos históricos y no a comparaciones, es justo la experiencia e historia de Huautla sirva para prospectar, justamente, lo que puede representar Tetlama, para los pobladores de la región.
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