APUNTES DE REPORTERO
Con sus camisas rojas, a la usanza de las luchas sindicales de antaño, un grupo de trabajadores despedidos de la empresa Nisan Mexicana, se presentó este martes, en el Congreso del estado, para recibir el apoyo de algunos diputados locales, básicamente del legislador de Yautepec, AGUSTIN ALONSO GUTIÉRREZ.
En el acto convocado -una rueda de prensa- ALONSO GUTIÉRREZ expresó su apoyo a los más de 200 trabajadores automotrices que se quedaron sin empleo ante el cierre parcial de la empresa, a quienes no sólo les ofreció apoyo personal, sino que también organizó mesas de trabajo para verificar que sus procesos laborales culminen conforme a derecho.
Justo esas acciones son las que se esperan de los representantes populares, pero también se espera que esas acciones sean íntegras y honestas, no convencieras. Me explico.
El gesto de presunta nobleza y solidaridad para con los trabajadores despedidos de Nissan Mexicana por parte de los diputados, no sólo es lo justo, sino también lo necesario. De hecho, así debería ser la conducta de todo representante popular o gubernamental.
Mas tardó ALONSO GUTIÉRREZ en concluir su evento, que en ser criticado por propios y extraños, sobre todo por algunos legisladores que ven en el yautepequense un síntoma de conveniencia política y exacerbado protagonismo, al liderar una causa cuando en casa, es co-causante de algo similar, pero con una grave dosis de odio y revancha: el despido de más de 150 trabajadores del Congreso estatal.
Si, ALONSO GUTIÉRREZ es señalado de ser parte del grupo de diputados del G-11 que ordenó el despido de asesores, secretarios y demás personal de los diputados del entonces G-9, con quien entraron en disputa fratricida, a quienes también les restringieron privilegios, dietas y apoyos.
Diciembre de 2021 será recordado, no por los diputados del G-9, sino por las familias de los trabajadores despedidos, como la fecha en que las broncas políticas entre los diputados, se llevaron de corbata su empleo, su certidumbre y la tranquilidad de más de 150 familias.
Hoy esos trabajadores despedidos están litigando sus asuntos en los tribunales, sin que de su lado estén los diputados, y mucho menos puedan sentarse en mesas de apoyo y negociación que les ayuden a paliar el mal trago por el que están pasando.
Eso es solidaridad selectiva, o peor aún, clientelismo político.
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